Panales de madera, ropa y bolsas de plástico amarillas, moradas, blancas. En Zarzaquemada, barrio de Leganés, cohabitan la recogida de residuos soterrada y los contenedores de carga bilateral, aun así, la semana pasada se podía contemplar un arcoíris urbano de desperdicios. Pura González, quien fue presidenta de la Asociación Vecinal Zarzaquemada desde 2015 al pasado febrero, pasea por las calles donde están sustituyendo el sistema de recogida neumática. “Normalmente, esto está incluso más sucio”, aclara.
La recogida a través de tuberías se anunció en 1995. Suponía una novedad, según contó El País, que eliminaba el olor, los ruidos de los camiones y la presencia de animales e insectos que se acercaran a los desechos, con un impacto ambiental nulo. “Contenedores y camiones se reemplazan por una red subterránea de 11.400 metros de tuberías metálicas con 50 centímetros de diámetro”, anunciaba el periódico. El proyecto, pionero, contó con una subvención de la Unión Europea, a través de los fondos FEDER, de 3,3 millones de, los entonces, eCUS (unos 3.131.273 euros) y el Ayuntamiento tenía que aportar una cantidad similar. Más de 25 años después, aquel innovador método se para por su ineficiencia.
El alcalde de Leganés, Santiago Llorente (PSOE), admitía el pasado febrero que había un "desgaste del sistema” vigente y un “cambio de hábitos” de los vecinos. “Con la pandemia son reacios a tocar superficies de apertura manual y la mitad de basura se ha recogido fuera de los contenedores”, apuntaba. Por eso, habían decidido realizar un estudio de viabilidad, para ver la mejor solución.
Maria del Carmen Morillas, la actual presidenta de la asociación, cuenta que desconocen los detalles de la planificación. “Queremos trabajar de manera conjunta con las propuestas de mejora, aportar un punto de vista enriquecedor para la ciudadanía y participar de manera activa, no ser solo informados”.
La portavoz encuentra un problema principal: la falta de una campaña informativa. “Ya de por sí había un problema de sensibilización ciudadana porque los contenedores fallaban muy a menudo y los vecinos depositaban la bolsa en el suelo”. Ese contratiempo se ha agravado con el sellado de la recogida subterránea. “No ha llegado a los ciudadanos y ciudadanas la información de que el servicio no funciona”, critica y apunta que únicamente se han colocado infografías en algunos portales.
Además de la falta de educación, que González señala como medida más urgente a adoptar, la expresidenta encuentra que otra dificultad es la alta densidad de población –son 43.964 habitantes, según datos del Ayuntamiento de Leganés–. “En Leganés Norte, al otro lado de la estación, es más nuevo y los contenedores están dentro de las comunidades, no tienen ningún problema”, cuenta sobre esa zona con 22.077 vecinos.
El tercer inconveniente es la insuficiencia en el mantenimiento. “Se necesitarían más barridos. Cuando los realizaban dabas a la palanca y estaba cerrada, pero es que llegaba un momento en el que ni se producían”, describe sobre una red en mal estado en la que se invirtieron “300.000 euros” para su reparación. “Era poner parches a algo que no conduce a nada”. La respuesta de esta extremeña de 75 años, que llegó hace 50 al barrio, y la de sus compañeros fue pedir una solución urgente. A causa de la crisis sanitaria no ha sido hasta el año pasado cuando se ha retomado. Mientras, el mobiliario urbano seguía empeorando su estado.
González hace una visita guiada con parada en cada contenedor a rebosar y muestra el mecanismo: si la palanca está hacia abajo es imposible abrir la compuerta. Es lo que ocurre a lo largo de la Calle Mayorazgo, la mayoría de los de recogida neumática de residuos están cerrados. De hecho, han sustituido los cinco que hay (dos de plástico y uno de orgánico) por solo uno de carga bilateral. Las bolsas casi llegan a la superficie y aún no es la hora de comer. Isidro Antar, que se mudó de Zaragoza al barrio hace 45 años, se acerca para criticar el estado de las aceras: “Esta es la mayor pena, que costó mucho dinero”.
– ¿Cuánto tiempo lleva así?
– Más de un año. Yo antes trabajaba en Loewe y estuve de baja justo cuando tenían abierto todo esto. Estaban metiendo cables y lo taparon. Le pregunté a un obrero: “Jefe, ¿ya ha acabado?”. Me respondió: “No, otra empresa va a volver a abrir y seguir cobrando”. ¿Y ahora para esto?
Antes de despedirse, el vecino esboza otro obstáculo: “Somos malos. Dicen que había gente que ha venido con escombros, los ha tirado y se han atascado las máquinas”. Es lo que Morillos define como “falta de sensibilización”, que se resolvería con enseñanza, implicación y un plan claro por parte de las instituciones. “Hay que estar vigilantes y solventar esa situación que se está acumulando en horas o días y encadena a otros muchos problemas. Cuanto más pase, más difícil será la solución”, admite.
Panales de madera, ropa y bolsas de plástico amarillas, moradas, blancas. En Zarzaquemada, barrio de Leganés, cohabitan la recogida de residuos soterrada y los contenedores de carga bilateral, aun así, la semana pasada se podía contemplar un arcoíris urbano de desperdicios. Pura González, quien fue presidenta de la Asociación Vecinal Zarzaquemada desde 2015 al pasado febrero, pasea por las calles donde están sustituyendo el sistema de recogida neumática. “Normalmente, esto está incluso más sucio”, aclara.